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dilluns, 24 de març del 2014

Regalos envenenados


Llegó, reformó y se quedó solo. El primer regalo fue la vida, que vivió intensamente, no sin dificultades. El segundo regalo le llegó en 1976, cuando inesperadamente recibió un encargo especial. Poco podía imaginarse que era un regalo envenenado y por un tiempo limitado. Era una misión arriesgada y que iba a pasarle factura. Debía desmontar las estructuras de un régimen, legalizar partidos políticos que aún eran tabú, enfrentarse a una complicadísima realidad económica y social, aguantar las quejas de militares, de clérigos... Pero de momento tenía un Protector, quien de momento lo había colocado ahí.

Pasaron unos años y el desgaste había sido colosal, inaudito el acoso y derribo sufrido, infinitos los cigarrillos quemados, incontables los cafés consumidos, muchas las noches sin dormir. Cayó en desgracia y además el Protector le retiraba la protección. Entonces llegó la enigmática dimisión/destitución de nuestro hombre. Y también llegó el asaltante tricorniado pistola en mano vociferando "¡Todo el mundo al suelo!". 

Nuestro hombre no se tiró al suelo, sino que permaneció sentado en su escaño varios años más y esperó en vano que volvieran a confiar en él. Pero el pueblo ya no contaba con él porque su momento había pasado. Mientras el Protector se afianzaba más y más en su cargo y recibía el título de padre salvador de la patria por lo de 1981, en cambio la estela de nuestro protagonista se iba apagando poco a poco y entraba en un pozo inmerecido de donde ya no pudo salir.

Hoy sí, elogios masivos por los servicios prestados, ausencia de críticas y colas para despedirse de él.